Crisantemo se
había puesto rockera y, por una vez, salió sin auriculares. En la boca del paso de cebra se debatía entre
cruzar en rojo o disfrutar de que, por una vez, había salido sin auriculares
porque tenía tiempo. En fin, pasan muchos coches por la Plaza Circular.
Entonces, la silueta que también estaba
esperando cruzar hizo algo gracioso: dar un paso en falso. Ya, no es tan
gracioso así: pero ¿y si te digo que era una señora de unos 65 inviernos
(seguro que nació un invierno), muy bajita, vestida de gris y con sandalias y
calcetines en pleno noviembre? Fue así como se conocieron Crisantemo y María
Encarna, con esta frase: Soy una
precipitada: con los semáforos, con los hombres…
-¡Con los hombres!- respondió Crisantemo.
-Bueno, no en el mal sentido. No sé, que
quien es precipitado lo es con todo en la vida, ¿sabes?
-Total. Yo ahora tengo tiempo, pero siempre
hacía lo que usted.
- Sí, pero por aquí pasan muchos coches. Es
tontería. Oye, qué anillo tan bonito.
-Gracias, me lo regaló mi abuela.
-Me gustan las cosas sencillas: mejor de
plata que de oro, por cierto.
- A mí también, y le tengo cariño.
-Sí, qué bonita… yo ahora como ya no me
arreglo… es que estoy con depresión.
Se puso el semáforo en verde. Crisantemo señaló la carretera
e invitó a su compañera a cruzar como un educado -que abre la puerta de un bar.
¿A dónde iría María Encarna? Por el momento había una plaza considerablemente
grande que era necesario cruzar fuese a donde fuese. Así que por qué no: ¿y por qué está usted en depresión?
- - Unas ansiedades me entran…Pues muchas cosas de
la vida. Lo primero que mi hermano se murió. Me decía: qué pena que no voy a
poder cuidaros yo…. Porque era médico, ¿sabes?, pero fumaba mucho. Quiero
decir, hay gente a la que no le pasa nada por fumar pero sí que fue eso. Fue
eso…
- - Lo siento.
- -Fue hace años. Es que hacía tiempo que no se me
moría nadie y se me clavó en el alma. Mi padre murió cuando yo era muy pequeña
y no me acordaba de lo que era la muerte. Que no iba a poder cuidarnos decía…
Luego, estoy divorciada.
- - Lo siento.
- -Sí… es que nos casamos ya mayores, cuando se
casa uno por casarse, ¿sabes?, y no pueden casarse dos personas opuestas.
- -Tenemos una concepción demasiado fantástica del
matrimonio. Es un proyecto de vida, tienes que ser realista.
- -Sí. Nos criamos en ambientes muy distintos y en
realidad no era mal hombre pero, ya sabes, la sociedad es machista.
- -Está usted derivando, ¿eh?
- -Es verdad. Luego se juntan los amigos y
empiezan: “mi mujer no cocina bien…” ¡Encima que no le hacía morcillas! ¡Menos
colesterol! Y a mi esas cosas me cansan. Puro cansancio chica. Yo también
estudié. Gracias por escucharme.
- -Nada, me encanta hablar.
- -Y siempre estuvo en paro. Mi hija ahora también
lo está, por cierto. Y ¿ves? Me entra ansiedad si la llamo y no me lo coge. Y
yo pienso: estará ocupada, yo a veces también estoy ocupada y no tendría que
agobiarse si no se lo cogiese pero me he criado en el miedo.
- -Es cierto, su generación tiene un problema muy
grande. Tiene usted que estar por encima de esos miedos ¿eh?
- -Para ti es fácil pero, mira, te voy a contar una
cosa. Nosotras, en el colegio, teníamos un acontecimiento todas las semanas que
era la revisión de uñas. Si llevabas UNA uña larga te daban un varazo en los
dedos.
- -Qué macabras.
- -Todo era castigo y temor.
- -Qué estúpido.
- -Sí… y yo soy creyente ¿eh?
- -Quiere decir que es usted una persona
espiritual.
- -Mucho. Murió por nosotros, eso quiere decir que
soy importante.
- -Tiene usted que arreglarse más.
- -Poco a poco.
- -Primero tiene que desenmarañar todo eso que le
da ansiedad.
- -(Se ríe) Sí que es una maraña, sí.
- -Es verdad, ¿sabe hacerlo?
- -Pero me engaño a mí misma. A veces quiero
pararme a rezar pero pienso: “No, es importante que -vea la televisión, tengo
que saber a quién votar… y al final pierdo dos horas lo menos.
- - Es verdad que hay que saber cómo está el mundo….
- -Pero no.
- -Ya.
- -Luego no rezo. Otra excusa que me pongo es que
Él lo sabe todo, ¿qué le voy a contar?
- -Ya le he dicho que me encanta hablar.
- -¡Qué graciosa!
- -Lo que tiene usted que hacer es escribir.
- -¿Escribir?
- -Claro, es la única forma.
- -Sí que es verdad, yo antes escribía. Ahora no me
gusta ver mi letra.
- -Qué estúpido.
- -Sí… es verdad, cuando escribes te sientes mejor.
- -Es la única forma.
Parón para que María Encarna mirase a Crisantemo.
- -Te estoy entreteniendo mucho, lo siento y
gracias
- - ¡Me encanta hablar, señora!
- - Mira que dientes más bonitos tienes.
- -Gracias.
- -Vete, anda.
- -Espero volver a verla algún día y que me diga
que escribe consuetudinariamente (qué va, esa palabra no la usó Crisantemo,
pero algo parecido).
- -Qué graciosa.
- -Me alegra hacerla reír. Oiga, y le brillan los
ojos, ¿eh?
- -Llevo varias operaciones.
- -Independientemente de eso.
- -Oye, ¿cómo te llamas?
- -Crisantemo.
- -Un nombre muy bonito. Yo soy María Encarna.
- -Adiós María Encarna, al final sí que voy a
llegar tarde.
- -Adiós. ¡Escribiré!
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