domingo, 8 de noviembre de 2015

Conversar con una desconocida

Crisantemo se había puesto rockera y, por una vez, salió sin auriculares.  En la boca del paso de cebra se debatía entre cruzar en rojo o disfrutar de que, por una vez, había salido sin auriculares porque tenía tiempo. En fin, pasan muchos coches por la Plaza Circular.
Entonces, la silueta que también estaba esperando cruzar hizo algo gracioso: dar un paso en falso. Ya, no es tan gracioso así: pero ¿y si te digo que era una señora de unos 65 inviernos (seguro que nació un invierno), muy bajita, vestida de gris y con sandalias y calcetines en pleno noviembre? Fue así como se conocieron Crisantemo y María Encarna, con esta frase: Soy una precipitada: con los semáforos, con los hombres…

-¡Con los hombres!- respondió Crisantemo.
-Bueno, no en el mal sentido. No sé, que quien es precipitado lo es con todo en la vida, ¿sabes?
-Total. Yo ahora tengo tiempo, pero siempre hacía lo que usted.
- Sí, pero por aquí pasan muchos coches. Es tontería. Oye, qué anillo tan bonito.
-Gracias, me lo regaló mi abuela.
-Me gustan las cosas sencillas: mejor de plata que de oro, por cierto.
- A mí también, y le tengo cariño.
-Sí, qué bonita… yo ahora como ya no me arreglo… es que estoy con depresión.

Se puso el semáforo en verde. Crisantemo señaló la carretera e invitó a su compañera a cruzar como un educado -que abre la puerta de un bar. ¿A dónde iría María Encarna? Por el momento había una plaza considerablemente grande que era necesario cruzar fuese a donde fuese. Así que por qué no: ¿y por qué está usted en depresión?
-         - Unas ansiedades me entran…Pues muchas cosas de la vida. Lo primero que mi hermano se murió. Me decía: qué pena que no voy a poder cuidaros yo…. Porque era médico, ¿sabes?, pero fumaba mucho. Quiero decir, hay gente a la que no le pasa nada por fumar pero sí que fue eso. Fue eso…
-        - Lo siento.
-         -Fue hace años. Es que hacía tiempo que no se me moría nadie y se me clavó en el alma. Mi padre murió cuando yo era muy pequeña y no me acordaba de lo que era la muerte. Que no iba a poder cuidarnos decía… Luego, estoy divorciada.
-         - Lo siento.
-          -Sí… es que nos casamos ya mayores, cuando se casa uno por casarse, ¿sabes?, y no pueden casarse dos personas opuestas.
-          -Tenemos una concepción demasiado fantástica del matrimonio. Es un proyecto de vida, tienes que ser realista.
-          -Sí. Nos criamos en ambientes muy distintos y en realidad no era mal hombre pero, ya sabes, la sociedad es machista.
-          -Está usted derivando, ¿eh?
-          -Es verdad. Luego se juntan los amigos y empiezan: “mi mujer no cocina bien…” ¡Encima que no le hacía morcillas! ¡Menos colesterol! Y a mi esas cosas me cansan. Puro cansancio chica. Yo también estudié. Gracias por escucharme.
-          -Nada, me encanta hablar.
-          -Y siempre estuvo en paro. Mi hija ahora también lo está, por cierto. Y ¿ves? Me entra ansiedad si la llamo y no me lo coge. Y yo pienso: estará ocupada, yo a veces también estoy ocupada y no tendría que agobiarse si no se lo cogiese pero me he criado en el miedo.
-          -Es cierto, su generación tiene un problema muy grande. Tiene usted que estar por encima de esos miedos ¿eh?
-          -Para ti es fácil pero, mira, te voy a contar una cosa. Nosotras, en el colegio, teníamos un acontecimiento todas las semanas que era la revisión de uñas. Si llevabas UNA uña larga te daban un varazo en los dedos.
-          -Qué macabras.
-          -Todo era castigo y temor.
-          -Qué estúpido.
-          -Sí… y yo soy creyente ¿eh?
-          -Quiere decir que es usted una persona espiritual.
-          -Mucho. Murió por nosotros, eso quiere decir que soy importante.
-          -Tiene usted que arreglarse más.
-          -Poco a poco.
-          -Primero tiene que desenmarañar todo eso que le da ansiedad.
-          -(Se ríe) Sí que es una maraña, sí.
-          -Es verdad, ¿sabe hacerlo?
-          -Pero me engaño a mí misma. A veces quiero pararme a rezar pero pienso: “No, es importante que -vea la televisión, tengo que saber a quién votar… y al final pierdo dos horas lo menos.
-         - Es verdad que hay que saber cómo está el mundo….
-          -Pero no.
-          -Ya.
-          -Luego no rezo. Otra excusa que me pongo es que Él lo sabe todo, ¿qué le voy a contar?
-          -Ya le he dicho que me encanta hablar.
-          -¡Qué graciosa!
-          -Lo que tiene usted que hacer es escribir.
-          -¿Escribir?
-          -Claro, es la única forma.
-          -Sí que es verdad, yo antes escribía. Ahora no me gusta ver mi letra.
-          -Qué estúpido.
-          -Sí… es verdad, cuando escribes te sientes mejor.
-          -Es la única forma.
     Parón para que María Encarna mirase a Crisantemo.
-          -Te estoy entreteniendo mucho, lo siento y gracias
-         - ¡Me encanta hablar, señora!
-         - Mira que dientes más bonitos tienes.
-          -Gracias.
-          -Vete, anda.
-          -Espero volver a verla algún día y que me diga que escribe consuetudinariamente (qué va, esa palabra no la usó Crisantemo, pero algo parecido).
-          -Qué graciosa.
-          -Me alegra hacerla reír. Oiga, y le brillan los ojos, ¿eh?
-          -Llevo varias operaciones.
-          -Independientemente de eso.
-          -Oye, ¿cómo te llamas?
-          -Crisantemo.
-          -Un nombre muy bonito. Yo soy María Encarna.
-          -Adiós María Encarna, al final sí que voy a llegar tarde.
-          -Adiós. ¡Escribiré!



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