jueves, 19 de noviembre de 2015

Reclamos del Mundo de Afuera a los vacíos y frustraciones.

Dos estudiantes de Derecho se sentaron en el banco más tímido de la Universidad. Daba el sol y se dejaron el cuerpo muerto un rato, descansando sin más. En realidad estaban ahí esperando que pasara algún pintas de Hispánicas que les dijera un par de tonterías de esas que parece que llenan un poco los vacíos que las amargas convenciones habían dejado en ellas. Pero el banco era tímido y propicio para la conversación entre amigas.
-Es una pena todo lo que está pasando ahí afuera.
-Y el riesgo que nosotros corremos.
-Claro, pero no hay que tener miedo.
-¡Si no, no viviríamos!
-Total, nosotros, los de abajo, no podemos hacer nada, ¿para qué vamos a preocuparnos?
-Sí, dicen que si un problema no tiene solución para qué preocuparse.
-Y si la tiene lo mismo. Osea que es mejor no rayarse.
(Risas vacías y un silencio provocado por el vacío, esto es, feísimo)
-¿Tú crees que está mal todo esto del minuto de silencio por Francia si no lo hacemos por Siria o El Líbano?
-Yo creo que el mundo se ha vuelto loco.
-No, tía, en serio, piénsalo.
-Pues sinceramente lo de Francia nos afecta más. Lo que pase allí está fuera de nuestro alcance.
-Pero está pasando.
-Y da mucha pena.
-¿Solo eso?
-Es muy triste.
-No tanto como para poner banderas del Líbano por todos lados y sacarlo continuamente en las noticias.
-No vamos a estar todo el rato hablando de eso. Además, ¿no te parece muy fuerte lo de Francia?
-Joder, claro que sí.
-Es casi como si lo hubieran hecho aquí.
Silencio.
-Tía, si es verdad que no hay nada que hacer, pero es como si doliera.
- ¿Qué te duele?
-Lo que está pasando ahí fuera. Está pasando, en nuestro tiempo. No son historias de tribus de países subdesarrollados, que también serán horribles, sino que nuestro mundo está metido de lleno. Estamos participando en guerras, a estas alturas.
-Sí… pero a ti eso no tiene que afectarte tanto, hija, si no, no vives, es lo que estábamos hablando. Tú piensa que culpa tuya no es.
Vacío.
-Me duele mi frialdad, eso es lo que me duele.
Silencio.
-Me jode que lo único que pueda sentir ante tanta desgracia sea el miedo a que pase algo aquí, (en mi ciudad, en este banco concretamente) y una ligera pena por los inocentes (casi como si me contases un cuento de mentira). Me carga mucho estar tan bloqueada que sienta que no hay nada que hacer, que es normal que se mate a inocentes por religión o por dinero. Joder, eso sí es culpa nuestra: la normalización. Ya sé que no se puede hacer nada pero es que tampoco me importa. No me importa tanto como debería importarme. Ni a mí ni a nadie.
-Sí que importa, ¿cómo puedes decir eso, tía?
-Déjate el móvil por lo menos.
-Lo siento.                 
Esta chica estaba con el móvil sin hacer nada, solo por tener una excusa, algo en lo que refugiarse. Es lo que hacemos cuando las conversaciones empiezan a amenazar con descubrir un vacío interno que nos avergüenza.
-Te jode no estar eufórica de tener tanta puta suerte de estar sentada en un banco sin escuchar metralletas, con este solecito, sin olor a muertos, con tu madre viva esperándote en tu casa.
-Exacto.
-Es el momento de volver a encontrarle sentido a todo.
- Entonces sí hay algo que podemos hacer.

-Sí: todo lo que ellos no. Es básico, y se nos olvida.

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