jueves, 12 de noviembre de 2015

Jugar a los extremos con arte

Hay en la cabeza del Loco una imagen congelada de algo parecido a la M-30 en hora punta. El Loco se divierte de la siguiente forma: detiene todo lo que hay a su alrededor, se concentra en la foto y juega a las velocidades. Es fácil porque solo hay dos: “cámara lenta” y “ultravelocidad”. Y quien dice “velocidades” dice “organizar la vida”. 
Efectivamente, el resto de decisiones del Loco sobre qué va a hacer se basan en la elección de una u otra velocidad. Así se explica que al Loco le guste leer y patinar, fumar y escalar, la música y los bares, besar lento y correr con el coche.
Pero el jueguecito extremo le ha costado al Loco un tobillo cojo, una muñeca intervenida de quirófano y hasta un par de amores tortuosos de más.
El Loco es, pese a todo, un tipo sencillo. Con respecto a la conversación, por ejemplo, es cierto que habitualmente se le ha considerado poco hablador y solitario pero no es siempre así. Un día un mendigo le echó un piropo por la calle. Le dijo: “¡qué guapo eres!” y al Loco le llamó la atención. Otro día en que tenía tiempo- el Loco tiene la virtud de no utilizar auriculares por la calle- se sentó a hablar con él y con quienes allí estaban. De vicios hablaron. También tiene labia con gitanos y a veces con la policía. Aunque, es cierto, con quien más conversa es consigo mismo:

-Es la vida un continuo fluir de energías inevitables que juegan a balancearse. Divinamente inevitables. Nuestro papel es equilibrarlas, como si fuesen el caos y el cosmos (tal vez lo sean) y la felicidad o el Santo Grial, es eso: equilibrarlas con arte. Con arte… Tal vez por eso me divierta jugar a los extremos. Tal vez deba de cambiar la tontería de las velocidades por esta gran verdad de la vida. 

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