Hay en la cabeza del Loco una imagen congelada de algo
parecido a la M-30 en hora punta. El Loco se divierte de la siguiente forma:
detiene todo lo que hay a su alrededor, se concentra en la foto y juega a las
velocidades. Es fácil porque solo hay dos: “cámara lenta” y “ultravelocidad”. Y
quien dice “velocidades” dice “organizar la vida”.
Efectivamente, el resto de
decisiones del Loco sobre qué va a hacer se basan en la elección de una u otra
velocidad. Así se explica que al Loco le guste leer y patinar, fumar y escalar,
la música y los bares, besar lento y correr con el coche.
Pero el jueguecito extremo le ha costado al Loco un tobillo
cojo, una muñeca intervenida de quirófano y hasta un par de amores tortuosos de
más.
El Loco es, pese a todo, un tipo sencillo. Con respecto a la
conversación, por ejemplo, es cierto que habitualmente se le ha considerado
poco hablador y solitario pero no es siempre así. Un día un mendigo le echó un
piropo por la calle. Le dijo: “¡qué guapo eres!” y al Loco le llamó la atención.
Otro día en que tenía tiempo- el Loco tiene la virtud de no utilizar
auriculares por la calle- se sentó a hablar con él y con quienes allí estaban.
De vicios hablaron. También tiene labia con gitanos y a veces con la policía.
Aunque, es cierto, con quien más conversa es consigo mismo:
-Es la vida un continuo fluir de energías inevitables
que juegan a balancearse. Divinamente inevitables. Nuestro papel es
equilibrarlas, como si fuesen el caos y el cosmos (tal vez lo sean) y la
felicidad o el Santo Grial, es eso: equilibrarlas con arte. Con arte… Tal vez
por eso me divierta jugar a los extremos. Tal vez deba de cambiar la tontería
de las velocidades por esta gran verdad de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario